"Los reyes magos no existen" me dijeron una vez en la escuela cuando era pequeña.
Hoy, a mis 21 años estoy más convencida que nunca de que esa es la mentira más grande del mundo mundial.
Estás fechas me ponen melancólica, pero muy feliz.
Amo con todo mi corazón, los últimos días de las fiestas navideñas.
No saben la emoción que me da ver a tantos reyes magos por las calles, con sus manos llenas de ilusiones, buscando entre tantas opciones la que se ajuste mejor.
Reyes magos con el trabajo a cuestas, con pocas o muchas monedas en el bolsillo tratando de llegar a su destino. Con la ilusión en el rostro, con alegría en su ser y la magia en sus manos.
Recuerdo hace un año, justo para este día, estar en el centro (atascado de gente).
Venía a mi lado una señora y un señor buscando una bicicleta.
"Cuesta $1,200" dijo el vendedor.
"Viejo, no acompletamos" dijo la señora con cara de decepción.
"No te apures, mira, nos la llevamos caminando y así no gastamos en taxi. Ya mañana Dios dirá".
Se fueron con aquella bicicleta a cuestas y una cara de emoción imaginando la cara de sorpresa de aquel niño que al otro día bajo su árbol encontraría el tan anhelado regalo.
¡Los reyes magos si existen! ¡Yo los ví!
Los ví hoy en un semáforo, con una pelota de colores y una muñeca en las manos.
Los he visto trabajando arduamente para poder colocar algo bajo el árbol de aquellos pequeños que con ilusión se quedan dormidos esperando su llegada.
Yo vi a los reyes magos en aquella mujer que ha sacado a sus hijos adelante solita; en aquel padre que doblo turno para acompletar lo que hace falta.
Y mi corazón no pudo más que agradecer por las bendiciones en nuestra vida.
Hoy los reyes magos están emocionados, pensando en la cara de todos esos niños que despertarán llenos de ilusión para encontrar bajo su árbol un poquito de alegría.
Y no importa si es una gran bicicleta, si son 10 muñecas o tan solo una bolsita de dulces.
El regalo es lo de menos, lo importante es la ilusión.
Fuente: Facebook
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