Hey, Perú, ¿tenés unos minutos? Te habla Uruguay.
Y sí, Uruguay, al que eliminaste en un partido inteligente y bien jugado, con un equipo humilde y solidario. ¡Cómo meten ustedes! ¡Cómo corrieron ese día! No pudimos entrarles y ya en penales, su arquero fue un monstruo. ¡Grande, Perú!
Pero no te escribo por eso; ya pasó, ya es historia. El fútbol es así. La gente te ama si ganás el último partido, y con las mismas fuerzas, te va a odiar si perdés el siguiente. Mirános a nosotros, lo quieren al Maestro afuera, al que los llevó a tres mundiales seguidos y les dio una Copa América. Así es este negocio.
Tampoco te escribo por lo que hiciste el miércoles; aunque, no puedo dejar de darte las gracias. Esos chilenos son más soberbios que los argentinos, y eso ya es decir mucho. Se creyeron en la final y todavía no los habían enfrentado. Se lo pensaron fácil, que era puro trámite. Y se comieron una goleada categórica, histórica. Y ese penal, ¡mamita mía! Ese penal. Les voy a enseñar ese vídeo a mis hijos cuando quieran un ejemplo de cómo humillar a alguien sin necesidad de insultar.
Fue una gesta romántica; un poema de la calidad de su fútbol. Porque ustedes le enseñaron a jugar pelota a todo el pacífico, ¿y ahora quieren venir a faltarles el respeto? ¿Al papá? Andáte a la mierda. Gracias por ponerlos en su sitio, gracias por hacer feliz a toda América del Sur.
Pero, Perú, ese partido también ya pasó. La resaca te debe durar hasta hoy, no más. Y es por eso que te escribo estas líneas. No sé, a lo mejor te sirve de algo mi experiencia personal. Aquí donde me ves, humilde como vos, fui el primer campeón del mundo. Cuando nadie quiso hacer un Mundial, lo hizo Uruguay. Hoy todos se cuelgan del éxito. La FIFA nos robó el evento y cada vez hay más plata, pero menos fútbol. En fin. Soy Uruguay, el quince veces campeón de América. Los aguerridos, los de la pelota parada, los de ninguna está perdida, los de mientras haya tiempo, hay esperanza. Soy Uruguay y hace 69 años viví exactamente lo mismo que vos.
Fui a jugar una final a esa cancha, en ese estadio y contra el mismo rival. Aquella tarde, doscientos mil brasileños habían copado el Maracaná desde tempranas horas. Estaban tan seguros de ganar ese partido, que desde el día anterior era feriado en Brasil. Y era feriado al día siguiente, para que todos pudiesen celebrar tranquilos. Estaban tan seguros, que el Presidente de ellos y el de la FIFA misma, habían tenido una cena de celebración la noche anterior. Estaban tan seguros, porque con un empate eran campeones, mientras que a nosotros, sólo nos servía el triunfo.
No recuerdo quién arbitró, no recuerdo cómo estaba la cancha (malísima, de seguro). No recuerdo quiénes formaban en el equipo rival, ni siquiera recuerdo lo que cantaba la tribuna. Mi recuerdo más claro, es cómo le jugamos. Y te juro, Perú, que viéndote el miércoles, pensé para mí: si estos hijos de puta le juegan así a Brasil, son campeones. Porque así le jugamos nosotros, siendo solidarios, corriendo a todas, metiendo sin miedo, con la cabeza fría y con el corazón caliente. Nosotros le jugamos así, concentrados, marcando, guapeándonos nosotros mismos. Pero, Perú, escucháme, vos tenés algo más. Vos sabés dar un pase con precisión, vos los podés volver locos con la pelota en el piso. Vos tenés un arquero que ha renacido; que le ha tapado tres penales a jugadores top. Vos tenés recuperado a un león; tenés un rayo por una banda y un velocirraptor por la otra. Tenés un medio campo con picardía, con cambio de ritmo, con sacrificio, con huevos. Y adelante, tenés un estandarte del tamaño del Corcovado, un Guerrero al que van a sacar muerto de esa final. Vos tenés, después de 44 años, la oportunidad que yo tuve. Y, Perú, a mí no me faltaron huevos para dejarlos sin copa, sin una copa que incluso, ya tenía su nombre grabado.
Yo los dejé llorando, llorando hasta hoy. Porque ni lo que les hizo Alemania, les duele tanto como lo que les hice yo. Hoy no te tenés sólo a ti, sino a todo un Continente apoyándolos. Nosotros, los colombianos, los bolivianos, los venezolanos, lo argentinos (¿viste cómo les robaron el partido?). Si yo pude, tú también, Perú.
Andá sin miedo, pero con cuidado; paráte bien; pero movéte mucho; atacá con todo, pero defendé con más. Jugá como el Perú de hoy, pero campeoná como el del 75. Lo tenés todo, hijo de puta. Lo tenés todo y lo vas a hacer. Porque sos grande, Perú de mierda; porque estás de regreso y jamás te volvás a ir; porque ese estadio está maldito; pero necesita que le renueven la maldición.
Andá, Perú, regalános otro Maracanazo.
Te ama, Uruguay.
Autor: Víctor Chávez
Y sí, Uruguay, al que eliminaste en un partido inteligente y bien jugado, con un equipo humilde y solidario. ¡Cómo meten ustedes! ¡Cómo corrieron ese día! No pudimos entrarles y ya en penales, su arquero fue un monstruo. ¡Grande, Perú!
Pero no te escribo por eso; ya pasó, ya es historia. El fútbol es así. La gente te ama si ganás el último partido, y con las mismas fuerzas, te va a odiar si perdés el siguiente. Mirános a nosotros, lo quieren al Maestro afuera, al que los llevó a tres mundiales seguidos y les dio una Copa América. Así es este negocio.
Tampoco te escribo por lo que hiciste el miércoles; aunque, no puedo dejar de darte las gracias. Esos chilenos son más soberbios que los argentinos, y eso ya es decir mucho. Se creyeron en la final y todavía no los habían enfrentado. Se lo pensaron fácil, que era puro trámite. Y se comieron una goleada categórica, histórica. Y ese penal, ¡mamita mía! Ese penal. Les voy a enseñar ese vídeo a mis hijos cuando quieran un ejemplo de cómo humillar a alguien sin necesidad de insultar.
Fue una gesta romántica; un poema de la calidad de su fútbol. Porque ustedes le enseñaron a jugar pelota a todo el pacífico, ¿y ahora quieren venir a faltarles el respeto? ¿Al papá? Andáte a la mierda. Gracias por ponerlos en su sitio, gracias por hacer feliz a toda América del Sur.
Pero, Perú, ese partido también ya pasó. La resaca te debe durar hasta hoy, no más. Y es por eso que te escribo estas líneas. No sé, a lo mejor te sirve de algo mi experiencia personal. Aquí donde me ves, humilde como vos, fui el primer campeón del mundo. Cuando nadie quiso hacer un Mundial, lo hizo Uruguay. Hoy todos se cuelgan del éxito. La FIFA nos robó el evento y cada vez hay más plata, pero menos fútbol. En fin. Soy Uruguay, el quince veces campeón de América. Los aguerridos, los de la pelota parada, los de ninguna está perdida, los de mientras haya tiempo, hay esperanza. Soy Uruguay y hace 69 años viví exactamente lo mismo que vos.
Fui a jugar una final a esa cancha, en ese estadio y contra el mismo rival. Aquella tarde, doscientos mil brasileños habían copado el Maracaná desde tempranas horas. Estaban tan seguros de ganar ese partido, que desde el día anterior era feriado en Brasil. Y era feriado al día siguiente, para que todos pudiesen celebrar tranquilos. Estaban tan seguros, que el Presidente de ellos y el de la FIFA misma, habían tenido una cena de celebración la noche anterior. Estaban tan seguros, porque con un empate eran campeones, mientras que a nosotros, sólo nos servía el triunfo.
No recuerdo quién arbitró, no recuerdo cómo estaba la cancha (malísima, de seguro). No recuerdo quiénes formaban en el equipo rival, ni siquiera recuerdo lo que cantaba la tribuna. Mi recuerdo más claro, es cómo le jugamos. Y te juro, Perú, que viéndote el miércoles, pensé para mí: si estos hijos de puta le juegan así a Brasil, son campeones. Porque así le jugamos nosotros, siendo solidarios, corriendo a todas, metiendo sin miedo, con la cabeza fría y con el corazón caliente. Nosotros le jugamos así, concentrados, marcando, guapeándonos nosotros mismos. Pero, Perú, escucháme, vos tenés algo más. Vos sabés dar un pase con precisión, vos los podés volver locos con la pelota en el piso. Vos tenés un arquero que ha renacido; que le ha tapado tres penales a jugadores top. Vos tenés recuperado a un león; tenés un rayo por una banda y un velocirraptor por la otra. Tenés un medio campo con picardía, con cambio de ritmo, con sacrificio, con huevos. Y adelante, tenés un estandarte del tamaño del Corcovado, un Guerrero al que van a sacar muerto de esa final. Vos tenés, después de 44 años, la oportunidad que yo tuve. Y, Perú, a mí no me faltaron huevos para dejarlos sin copa, sin una copa que incluso, ya tenía su nombre grabado.
Yo los dejé llorando, llorando hasta hoy. Porque ni lo que les hizo Alemania, les duele tanto como lo que les hice yo. Hoy no te tenés sólo a ti, sino a todo un Continente apoyándolos. Nosotros, los colombianos, los bolivianos, los venezolanos, lo argentinos (¿viste cómo les robaron el partido?). Si yo pude, tú también, Perú.
Andá sin miedo, pero con cuidado; paráte bien; pero movéte mucho; atacá con todo, pero defendé con más. Jugá como el Perú de hoy, pero campeoná como el del 75. Lo tenés todo, hijo de puta. Lo tenés todo y lo vas a hacer. Porque sos grande, Perú de mierda; porque estás de regreso y jamás te volvás a ir; porque ese estadio está maldito; pero necesita que le renueven la maldición.
Andá, Perú, regalános otro Maracanazo.
Te ama, Uruguay.
Autor: Víctor Chávez