Fue justo un día antes de la conmemoración internacional del día de la mujer.
A veinticuatro horas de que las mujeres escuchen el feliz día, Daniela Da Silva de jóvenes 33 años, policía de profesión, dejó de existir.
Su muerte, a manos de delincuentes cobardes que intentaron rapiñarla sin el más mínimo respeto a su uniforme, no se volvió viral. No tanto como la foto de un policía apuntando a un artista callejero.
Tal vez por ser garante de las leyes en la fuerza policíaca, para el colectivo que se llena la boca reclamando derechos humanos, Daniela no tenía ninguno que debiera ser respetado.
Quizá porque solo les importa si las mujeres mueren a manos de sus parejas masculinas, es que los movimientos feministas no han salido a repudiar este asesinato y reclamar el famoso “ni una menos”.
Sin embargo, aunque no fue domestica, esta mujer murió víctima de la violencia que empaña nuestra sociedad y a la cual deben combatir para garantizar la convivencia pacífica quienes portan el uniforme con el cual fue asesinada Daniela.
Por supuesto que el delito no sabe de colores partidarios. Quienes optan por el mal vivir, no importa cómo se inicien, no lo hacen porque haya gobiernos de uno u otro signo. Comienzan cuando el síndrome de los cristales rotos se hace presente.
El vidrio roto, en un viejo edificio por ejemplo, transmite una idea de dejadez y desinterés que, poco a poco, destruye códigos de convivencia y civismo. Como no pasa nada recibe nuevos ataques que aumentan de forma exponencial la propia idea de dejadez y acaba dando paso a un ciclo en espiral. Como no hay acción punitiva pronto casi la totalidad de los vidrios y hasta algún que otro desmantelamiento serán visibles.
De igual manera, cuando el delincuente detecta la inoperancia, impotencia, impedimento o ineficiencia policial y sobre todo judicial, crece de manera exponencial en cantidad y niveles de violencia.
Es lo que se ha vivido durante los últimos años donde, a pesar del supuesto crecimiento sostenido de la economía, también aumentaron los delincuentes y los delitos.
Revertirlo no va a ser fácil.
No es un tema de bienestar económico. Tampoco será suficiente con que la policía muestre los dientes y sature con operativos. La base de toda recuperación social siempre estará sostenida sobre las columnas de la educación y la cultura.
Esa que proclamó a los cuatro vientos el ex presidente tupamaro, pero que a todas luces fue perdiendo terreno, retrocediendo a niveles insostenibles.
La verdadera riqueza de un país no se mide en el nivel económico, se ve en su nivel cultural.
Solo cuando algunos valores como la tolerancia, la justicia, la solidaridad y sobre todo el respeto sean visibles, los episodios de violencia comenzarán a desaparecer.
Pero para eso falta la voluntad política de todos los partidos y sindicatos para actuar en consenso.
Quizás alguno de nosotros lo pueda ver algún día, lamentablemente, Daniela Da Silva ya no.
QEPD
NI UNA MENOS
Fuente : Facebook
A veinticuatro horas de que las mujeres escuchen el feliz día, Daniela Da Silva de jóvenes 33 años, policía de profesión, dejó de existir.
Su muerte, a manos de delincuentes cobardes que intentaron rapiñarla sin el más mínimo respeto a su uniforme, no se volvió viral. No tanto como la foto de un policía apuntando a un artista callejero.
Tal vez por ser garante de las leyes en la fuerza policíaca, para el colectivo que se llena la boca reclamando derechos humanos, Daniela no tenía ninguno que debiera ser respetado.
Quizá porque solo les importa si las mujeres mueren a manos de sus parejas masculinas, es que los movimientos feministas no han salido a repudiar este asesinato y reclamar el famoso “ni una menos”.
Sin embargo, aunque no fue domestica, esta mujer murió víctima de la violencia que empaña nuestra sociedad y a la cual deben combatir para garantizar la convivencia pacífica quienes portan el uniforme con el cual fue asesinada Daniela.
Por supuesto que el delito no sabe de colores partidarios. Quienes optan por el mal vivir, no importa cómo se inicien, no lo hacen porque haya gobiernos de uno u otro signo. Comienzan cuando el síndrome de los cristales rotos se hace presente.
El vidrio roto, en un viejo edificio por ejemplo, transmite una idea de dejadez y desinterés que, poco a poco, destruye códigos de convivencia y civismo. Como no pasa nada recibe nuevos ataques que aumentan de forma exponencial la propia idea de dejadez y acaba dando paso a un ciclo en espiral. Como no hay acción punitiva pronto casi la totalidad de los vidrios y hasta algún que otro desmantelamiento serán visibles.
De igual manera, cuando el delincuente detecta la inoperancia, impotencia, impedimento o ineficiencia policial y sobre todo judicial, crece de manera exponencial en cantidad y niveles de violencia.
Es lo que se ha vivido durante los últimos años donde, a pesar del supuesto crecimiento sostenido de la economía, también aumentaron los delincuentes y los delitos.
Revertirlo no va a ser fácil.
No es un tema de bienestar económico. Tampoco será suficiente con que la policía muestre los dientes y sature con operativos. La base de toda recuperación social siempre estará sostenida sobre las columnas de la educación y la cultura.
Esa que proclamó a los cuatro vientos el ex presidente tupamaro, pero que a todas luces fue perdiendo terreno, retrocediendo a niveles insostenibles.
La verdadera riqueza de un país no se mide en el nivel económico, se ve en su nivel cultural.
Solo cuando algunos valores como la tolerancia, la justicia, la solidaridad y sobre todo el respeto sean visibles, los episodios de violencia comenzarán a desaparecer.
Pero para eso falta la voluntad política de todos los partidos y sindicatos para actuar en consenso.
Quizás alguno de nosotros lo pueda ver algún día, lamentablemente, Daniela Da Silva ya no.
QEPD
NI UNA MENOS
Fuente : Facebook