Tomé el C1 que para en la esquina de casa, fue casi todo el camino vacío. Cuando pasaba por Ocho de Octubre miré por la ventana. La calle estaba desierta y en los comercios bostezaban los empleados.
Pero hubo una imagen que se me quedó en la cabeza y sé, porque me conozco, que tendrá que pasar mucho tiempo para olvidarla.
Un hombre al que no pude calcularle la edad, que tenía las huellas de la vida marcada en sus manos y rostro, desarmaba su pequeña mesa de caballetes, que era su puesto entero. El reloj marcaba las dos de la tarde. Me pareció que el tiempo se suspendía porque desde la ventanilla pude observar su gesto desesperado, su tristeza silenciosa. Esos movimientos lentos del que entregado acepta su destino.
Me dieron ganas de llorar.
Me fui el resto del camino pensando que llevaría de comer a la mesa, que le diría a su familia, con qué cara miraría a sus hijos. Cuál sería su nombre, donde viviría.
Hoy prendí la tele, y puse el canal cuatro, cosa que hace mucho tiempo no hacía. Lo primero que veo y escucho es a una mujer muy sonriente diciendo ¨Bueno, se viene el momento de la cocina, esta vez vamos a hacer una receta sencilla para los chicos que no están en el cole. Para que no se aburran, brochette de pollo…”
Me vino dolor de estómago. “los chicos” “el cole” para que no se aburran¨ Reverendos hijos de puta ¿y los gurises que están apilados en el rancho? ¿Por una vez en la vida podrán hacer un pedacito de programa para ellos? Y ojo que los chiquilines que van al cole no tienen la culpa. Pero ellos seguramente tienen en sus casas un montón de cosas para entretenerse.
Los otros miraran como llueve por la ventana.
Quizá la señora de la tele no sepa que las viandas escolares crecieron de catorce mil a treinta y siete mil en cuarenta y ocho horas.
En seguida pensé en toda esa manga de zánganos apilados en Tienda Inglesa o en el Macro, llenando carros con pelotudeces.
Me brotó una bronca de la cual no me siento orgullosa.
No es que no me preocupe el virus. Me desvela la crisis mortal que se nos viene.
¿Qué va a hacer el jornalero? El que no puede quedarse tranquilamente en su casa porque no hay un seguro de desempleo que lo respalde. ¿Qué hace el feriante?
¿Qué vamos a hacer todos cuando nos baje el trabajo y tengamos que pagar las nuevas tarifas, el nuevo IVA, el nuevo dólar?
¿Qué vamos a hacer con el hambre?
Hay algunos humanos que me provocan nauseas. Por suerte hay otros que fabrican gratuitamente tapabocas desde sus casas o hacen conciertos de música, vía Internet, también gratis, como Fito Paez y Rosana Tadei.
Todo esto mientras hierve una jauría ahí fuera.
A media mañana salí a caminar. Necesitaba despejar la cabeza y fui al puesto por algunas frutas y verduras. Cuando volvía a casa, bajo esa llovizna imperceptible, sentí que la bolsa con las compras me pesaba.
Me pesaba demasiado.
Lo saqué de otro muro , lloré bastante... Mucho para pensar.
Relato anónimo tomado de Facebook